He amado para borrar sus rostros, para que nuestros cuerpos se levanten como la ceniza se levanta de los restos del fuego, para que en otro tiempo, en otro lugar, podamos decir no sé quién soy, no sé quién eres. He amado sus cuerpos porque no puedo reconocerme en ellos, porque en su caricia hay un vacío, un foso en el que quiero caer a ciegas No quiero que nada me perturbe: ni sus gestos, ni su voz, ni su entrega. He de escribir mi propia aniquilación en su carne. La brisa respira la sal de la espuma, el mar entero si mi piel es el fuego y nada importa. He amado al hombre frente al espejo.
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