Para Tatiana

martes, 24 de mayo de 2011

No deseo la juventud de tu cuerpo, esa larga lista de atributos que pintarrajean el rostro de las mujeres, que las reducen a esa visión domesticada del goce. No, lo que a mí me interesa, lo que busco en ti, es tu cuerpo abandonado a la oscuridad de la carne más profunda, el roce imprevisto que espera con terror su propia aniquilación, la disolución de toda capacidad de identificarse con un gesto llano y vulgar. Recuerdo tu afición ingenua por las medias de seda, por los zapatos, por todo lo que te convierte en tu propio fetiche —para Baudrillard, entrar en el terreno de la seducción es "producirse" en ilusión, es abandonar toda naturalidad—.  No, lo que yo busco es tu desnudez plena, tu mano sin guante que la cubra, tu pie descalzo, un amplio territorio donde no hay señales que indiquen qué camino seguir, qué certezas tenemos, qué placer hemos deformado con placeres más pobres y repetitivos. Quiero ese momento en que, mirándome fijamente a los ojos, con voz entrecortada, me pides que te queme con lo que sea muy adentro del sexo; ese instante en que, a pesar de todo, no puedo ver nada detrás de la voz y la mirada.  Quiero  ese gesto que afirma aquí estoy, aquí no encontrarás nada, tendrás que escribirlo todo.

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