Para Tatiana

viernes, 27 de mayo de 2011

La mayoría de las reuniones se promueven entre pequeños círculos de amistades. Se fija una fecha, un punto de encuentro, un número de asistentes y, si se ha contratado un lugar para la reunión, una cuota de recuperación. La etiqueta dice que uno debe ir vestido de negro. La mayoría de las veces, dichas reuniones terminan en conversaciones vulgares y halagos mutuos. Su cordialidad es la de las vacas. Así las cosas, cierto Bdsm es el Halloween de los oficinistas y de la clase media alta. Para esas bestias, la versión de una sexualidad un poco menos aburrida contiene correas, fustas, objetos fetiche y protocolos ridículos. Estoy siendo generoso. No sé de dónde sacan que su mundillo está lleno de rituales y momentos de trascendencia. 'Me entregué por amor, me conocí a mí mismo'. Las frases hechas van y vienen mientras alguien azota el culo de una mujer domesticada con sexo duro y tartas de chocolate. Sobra decir que pronto buscamos algo menos domesticado. Queríamos acariciar a la bestia de manera directa. En el fondo, eramos igual de ingenuos que ellos, pero con un poco más de curiosidad. Fue la Marcela la que nos introdujo en aquel grupo sin nombre que se reunía en aquel viejo bar de la Colonia Centro. No hubo ceremonia de iniciación, no hubo rituales fingidos ni palabras de bienvenida.

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