Para Tatiana

jueves, 2 de junio de 2011

Archivado con el hashtag 'Larvario': 93. La mujer me habla de ese muchacho sin piernas que, en su adolescencia, se tiraba al piso de manera intencional. Sospecho que le gustaba que yo me riera de él. Ella no sabía que él abría su carne con cada sonrisa, que su espuma entraba en sus poros, asegurando su descendencia. Quiero amar estos muñones, quiero que alguien se me entregue así. ¿Qué deseamos —si es que se le puede llamar deseo— de aquel miembro que sólo podemos experimentar como ausencia? Ella era muy joven también. La escena que más recuerda es cuando se sentó en la silla de ruedas del muchacho —en el lugar donde deberían estar sus piernas—. Él se agarró de su cintura, reían, y la gente los miraba como si esa fuera la imagen más obscena que hubieran visto en toda su vida. ¿Lo quería? Ella lanza la misma espuma cuando habla de él, lo hace desde una llaga abierta que cada vez se hace más grande. Se sacudía en el piso, como un bicho patas arriba. Él podía levantarse por sí mismo, pero esperaba a que yo lo hiciera. A veces vuelvo a experimentar ese deseo. Veo esos cuerpos deformes y quiero que volteen a verme, que me miren fijamente a los ojos. Me siento fea a su lado —confiesa—.

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